Parto de Ignacio: 1ª parte

El otro día estuve con una amiga a la que quiero mucho. Bueno exactamente estuve con dos pero una de ellas está a punto de ser mamá.

Me contaba su inquietud y su temor al parto. Le daba miedo que le doliera demasiado, que algo no fuera bien…todas esas dudas que te acechan cuando estás a dos semanas de tu FPP (Fecha Posible de Parto).

Yo la animaba y le decía que no era para tanto, porque realmente no lo es. A ver, claramente le dije: doler, duele. Y mucho. No te voy a mentir. Pero para algo está la Epidural. La santa y bendita Epidural.

Que dios me perdone pero no entiendo a las mujeres que deciden parir sin ella. ¿Estamos locos?.

Como bien sabéis yo he tenido dos partos. Ambos completamente diferentes el uno del otro Pero los dos fueron partos naturales y en cierta manera, rápidos y sencillos. Una suerte vaya.

Con mi hijo recuerdo que ya al final, una de mis grandes preocupaciones era como distinguir que el parto había comenzado. ¿Cómo sabría que esas contracciones no eran las típicas que ya tenía del tal Braxton Hicks o como se llamen?.

Con Ignacio, después de una noche medio mala…digo medio porque las contracciones eran leves y cada media hora, decidimos ir al Hospital bien tempranito por la mañana, por eso de que no se me quitaban ni durmiendo. Ya estaba de 39+5 días.

Me atendieron fenomenal en el Hospital que elegí. Un público, a pesar de tener Sanitas, pero esa será otra Entrada.

Me hizo gracia que el Matrón que me atendió al llegar me mandó a casa una hora después. Estaba dilatada de 1cm y el trabajo de parto había comenzado pero que me podía ir a mi casa tranquilamente porque aquello iba para largo.

Antes de irme lo miré con cara desesperada y le dije: ¿Cómo sabré cuando tengo que venir? ¿Cómo sabré que el parto ya es inminente? Porque si, muchas clases de Preparación al Parto, con las que disfruté como una enana pero llegado el momento de la verdad, toda ayuda es poca.

A lo que él me contestó: tranquila, que lo sabrás.

Y ciertamente lo supe, vaya que si lo supe.

Con toda la tranquilidad del mundo y aguantando las contracciones, que cada vez eran un pelín más molestas y más seguidas, pero vamos, nada que no pudiera soportar, nos fuimos mi marido y yo a comer  por ahí con total naturalidad.

¿Y qué me comí? Una hamburguesa. Primer error…jajajaja.

A medida que la comida avanzaba, ya no podía estar sentada y le pedí a mi marido que nos fuéramos a casa.

Al llegar, él se puso tranquilamente a leer no se qué historias del circuito, las motos y la madre que lo parió (que me perdone mi suegra), mientras yo, me llenaba la bañera de agüita caliente y me metí dentro con una pedazo de taza de tila con canela. Sugerencia de la matrona que me preparó para el parto.

Cómo veía que mi querido esposo no anotaba las contracciones en la libretita que yo le había dejado a su lado, para poder controlar así el tiempo, me salí de la bañera llamándolo a gritos e insultándole, que “cabr…” fue lo más bonito que le dije.

Él da Fe de que esa imagen nunca la podrá olvidar. En ese momento se convirtió en mi perro faldero y le vio las orejas al lobo. Mi cara había cambiado.

Besos desde el Sur

Feliz viernes